PORTEÑOS PSICOANALIZADOS

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Para variar –valga la ironía- se viven días de alto voltaje en la Argentina. Las inminentes elecciones legislativas, son, desde hace unas cuantas semanas, lo que marcan la agenda de los medios de comunicación. Por ende, en la calle la gente acompaña en mayor o menor medida, la repercusión que los temas políticos tienen en la televisión, la radio, los diarios, etc.  La atmósfera de la campaña invade vastos sectores, la grieta sigue abierta y sin perspectivas de cerrarse, mientras las acusaciones van y vienen por doquier entre los candidatos y los seguidores que responden a cada bando. En este contexto, Pablo elaboró otro de sus escritos, identificándolo con este título: Descubrir que “ellos” son lo mismo que “nosotros”:

Los cuestionamientos a los políticos están de moda. Sospechados de corrupción, se atacan y se defienden entre sí, según cual sea el nombre del partido al que pertenecen. A este “circo” se suma el ciudadano común, aunque hay gente que más que sumarse a las críticas, prefiere huir lo más lejos posible de este triste espectáculo.

Lo que el ciudadano de a pie muchas veces no entiende, es que los políticos no son ninguna raza apartada, sino que pertenecen al mismo pueblo. Nosotros somos como ellos porque ellos son como nosotros.  Nuestra corrupción no se ve públicamente, aunque el egoísmo, la envidia, la mentira, la codicia, los celos, etc… están presentes en cada día de nuestras vidas. Si alguna vez tuviéramos la posibilidad de volcarnos a la política, ¿no nos convertiríamos en lo que son ellos? Los males que arrastramos y que -por ser personas anónimas- permanecen ocultos, cobrarían estado público, a lo que quizás habría que agregarle una cuota extra de impunidad, otorgada por un poco de poder.

En lugar de apuntar a la clase política, sería bueno reconocer que la corrupción se afirma allí porque primero anida en el corazón del hombre, quien luego la traslada hacia cada rincón al que vaya. La solución pasa por admitirlo y tras hacer la autocrítica, dirigirnos al único lugar en el cual podemos ser perdonados y restaurados, pues por más empeño que ponga, el ser humano nunca podrá regenerarse a sí mismo. Y este sitio son los pies de Yeshúa, el Salvador que murió para que sean perdonadas y justificadas todas las personas que en esta verdad creen.

Un sustento bíblico:

También Yeshúa el Mesías fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan. Hebreos 9:28.

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