MUNDO RETIRO

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El muchacho de a pie se bajó del micro que lo traía a Buenos Aires nuevamente. Dio los primeros pasos en el cemento de la terminal de Retiro, luego de más de 13 horas sobre el ómnibus. Escenas del Interior profundo de la Argentina, eran reemplazadas por el complejo panorama urbano de la gran Capital.

Del microclima propio del encierro, saltó a una atmósfera en la cual la combustión de decenas de caños de caños de escape, se entremezclaban con la alta temperatura ambiental y el humo de los cigarrillos encendidos de los pasajeros que aguardaban cerca de las plataformas.

El muchacho tomó su bolso y traspasando el blidex, ingresó en el hall central, a fines de recorrer por un largo pasillo, el sendero hacia el exterior de la terminal. Encontró en aquel edificio un mundo repleto de pasajeros, comerciantes, empleados, personal de vigilancia, y gente que sin dudas, no pertenecía a ninguno de esos sectores, pero que por alguna u otra razón, también estaba dando vueltas por allí…

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La atmósfera volvía a cambiar por un espacio sin humos de ningún tipo, con temperaturas alteradas por la moderada refrigeración. El muchacho agradeció los ofrecimientos de una persona que facilitaba el acceso a un remis, y en tanto hacía su caminata, observaba los viajeros que iban y venían de manera constante. A su izquierda, negocios de regalos, peluquerías, máquinas de peluches, bares, baños para hombres, para mujeres.. A su derecha, puestos de diarios y revistas, pequeños locales turísticos, algunos de reconocidas marcas… y los grandes ventanales que permitían corroborar la llegada y la partida de los micros.

El muchacho, habiendo ya atravesado unos doscientos metros, miró hacia arriba y leyó un cartel que decía: «Salida». Pero todavía faltaba un segundo tramo del largo pasadizo. Antes de acceder a él, pasó junto a una ventanilla de informes y a un enorme puesto comercial pintado de verde. Por haberlo visto en anteriores oportunidades, recordó que cuando la gente se aproximaba a éste, un grupo de jóvenes promotores salía decididamente a su encuentro con el objetivo de vender créditos para autos. El muchacho sintió alivio de que esta vez el puesto estuviera cerrado, y prolongó su caminata por la ancha ruta con más negocios, que ahora se presentaban del lado derecho, mientras a la izquierda, aparecía por otras ventanas, el Mundo-Retiro en su real dimensión, con inmensas máquinas viales adueñándose de una zona mimetizada con la hiper-promocionada obra pública.

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Mientras descendía por una rampa integrada por el camino común  y una escalera mecánica que no funcionaba, se preparó para abandonar la terminal, y meterse en otro ámbito, ya no bajo techo, sino al aire libre. Debería caminar unas tres cuadras y luego tomar el tren que lo depositaría en su hogar. El muchacho apretó bien fuerte la manija del bolso… y salió a la calle.

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