HISTORIAS MÍNIMAS… Y PORTEÑAS

Oskar_MAthilde

¡VAMO’ LOS PRIMOS!

Cuenta la historia que a fines de la década del Treinta, Oskar y Mathilde, un matrimonio de alemanes, llegaba a la Argentina huyendo de la persecución nazi sufrida por el pueblo judío. Mientras el hermano de Oskar y su esposa (Leopold y Marta), se afincaban en Moisés Ville, Santa Fe, ellos se establecían en Avigdor, una colonia agrícola de Entre Ríos. Los tres hijos del matrimonio, Walther, Herbert y Heinz, también vinieron embarcados desde Europa. Ya en el pequeño pueblo entrerriano, formaron sus propias familias. Walther se unió conyugalmente a Edwig y tuvieron tres hijos: Ricardo, Roberto y Mariana (que murió siendo muy joven); Herbert lo hizo con Gertrud y también tuvieron tres hijos: Inés, Alfredo y Juan; y Heinz lo hizo con Ruth. Tuvieron dos hijos: Esther y Eduardo.

Unos quince años duró la estadía de la familia en Entre Ríos. Oskar falleció en la provincia, mientras el resto del clan, a comienzos de la década del Cincuenta comenzó a movilizarse hacia la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, donde todos se radicaron, y los nietos de la pareja pionera, continuaron haciendo crecer la descendencia. En consecuencia, ya con raíces mayoritariamente porteñas, fue construyéndose una cuarta generación, de la cual soy uno de sus numerosos integrantes. Mi padre Alfredo se casó con Susana y fruto de ese amor, nací yo. No habiendo tenido hermanos, soy uno más dentro de un amplio grupo de primos, a los cuales tuve la satisfacción de conocer a muy temprana edad. Los menciono en esta nota , junto con los principales recuerdos que guardo de ellos.

Darío y Vanesa: hermosas jornadas domingueras compartidas a principios de los 80, en el club del Sindicato de Empleados de Comercio de la localidad de Benavídez. En lo personal me unía una mayor afinidad con Darío (él, un año mayor que yo, y ella, un año menor) por una cuestión de género y puntualmente, por haber sido compañeros de espectaculares contiendas futbolísticas en la modalidad “dos contra dos”, donde además participaban un amigo en común, Javier, y Rolfi, nuestro otro primo. Ya de “grandes” las redes sociales me acercaron más generosamente a Vanesa. ¿Cómo olvidar, también, el viejo DKW azul, pequeño auto en el que solían trasladarse junto a sus papás, Roberto y Chuchi? Después de aquellos días volví a verlos de manera muy esporádica, pero no cabe duda de que los recuerdos son imborrables.

Vivi y Rolfi: ellos y sus padres, Ricardo y Evi, también formaban parte de aquel grupo que devoraba kilómetros y kilómetros cada domingo, para llegar al predio sindical, en épocas donde las rutas y caminos no presentaban tantas facilidades como hoy. Con Ricardo al volante de un corajudo Citroën 3CV y luego de un Renault 6 de color bordó, los fines de semana, la Panamericana los tenía como grandes protagonistas. El contacto no se limitaba a los domingos en el norte del conurbano, además, era usual compartir vacaciones costeras (y hasta un verano en Villa Carlos Paz) y días laborales, pues siendo chicos, distancias relativamente cortas separaban nuestros hogares. La amistad que entablamos con Rolfi –un año menor que yo- se prolongó a partir de la juventud, reflejándose en muchísimos momentos que vivimos juntos, circunstancias que abarcaron tanto salidas urbanas como vacaciones en las playas bonaerenses.

Guillermo y Verónica: mis recuerdos apuntan, sobre todo, a la Comunidad Benei Tikvá del barrio de Belgrano. Concurrí allí por varios años; también los hijos de Edu y Elsa. A Guille –apenas menor que yo- lo veía con mayor frecuencia. Nos llevábamos muy bien, aunque después de la adolescencia, nunca más nos cruzamos (ya siendo padres, reanudamos el contacto a través del Facebook). Con respecto a su hermana, tuve una muy agradable sorpresa hace pocos años: una tarde en la que me encontraba en el Club Colegiales, una mujer que acompañaba a sus hijos a los entrenamientos de básquet, se acercó a saludarme. Desde luego, era Vero, a la que tras el impacto inicial, reconocí de inmediato. La feliz coincidencia dio lugar a que a partir de aquel día nos pusiéramos a conversar con asiduidad en el buffet de la sencilla institución de la calle Teodoro García al 2800.

Sergio y Karina: con edades parecidas a la mía, con los hijos de Juan y Esther he tenido menos contacto, ya que durante la infancia, nuestros padres no solían concurrir a los mismos sitios. No hubo muchos momentos en los cuales coincidimos, pero al hacer memoria en ellos, vienen a mi recuerdo la simpatía y buena onda de ambos.

Dany, Gaby, Roxana y Ricky: del primer matrimonio de Juan –hermano de mi papá- con Edith, nació Daniel, quien es un año mayor que yo. Con su segunda esposa, Lucy, Juan tuvo a Gabriel y Roxana. Ricardo, es hijo del primer matrimonio de Lucy. Con Gaby y Roxana compartimos la primaria: íbamos a la misma escuela (aunque a grados distintos), en el barrio de La Paternal. Pasé grandes momentos en su casa de la calle Cucha Cucha al 1800. En particular, la evocación me lleva a mis ocho o nueve años. En unas inolvidables vacaciones de verano, mi papá, ya a la mañana me dejaba en lo de Juan y pasaba allí gran parte del día. En la tele veíamos Patolandia –conducido por el Pato Carret- mientras en la vereda de esa cuadra, por ejemplo, aprendí a andar en bicicleta “sin rueditas”. A Dani apenas lo vi durante mi niñez. Pero recuerdo un encuentro casual que a los 17 años tuve con él en una fila de Drago, la sede universitaria donde ambos coincidimos para anotarnos en materias del Ciclo Básico Común. Su sonrisa generosa y su amabilidad las tengo muy presentes hasta el día de hoy. Una vez superada la adolescencia, a los cuatro volví a verlos sólo de modo muy fugaz.

Pupi: Habiéndola dejado adrede para el final… ¿qué puedo decir de ella? Hija de Inés y Moisés, Susana –el nombre que figura en su DNI- integra la nómina de primos porque eso dicen los papeles, pero es mucho más que eso. Doce años más grande que yo, desde que nací, fui para ella el hermano que no tuvo. Y ella para mí, la hermana que no tuve yo. Nos veíamos casi a diario hasta mis 14 años. Luego se casó con Jorge, su actual marido. Poco más adelante todos –el matrimonio, sus dos pequeños hijos y los padres de Pupi- se radicaron en la Patagonia. La distancia no enfrió los sentimientos. Por el contrario, el vínculo permanece unido tanto o más fuertemente que el que nos ligaba en Buenos Aires.

Foto: Mathilde y Oskar, pioneros en la Argentina e iniciadores de una lista de varias generaciones. 

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