Estoy en el grupo de wathsapp de mi edificio

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PORTEÑOS HIPERCONECTADOS

EL GRUPO ENMUDECIÓ

Por Beto Kempo

 
El grupo se convirtió en un polvorín en las postrimerías del 2017. Los mensajes se sucedían sin cesar, sobrepasando diariamente el centenar. Era inminente el reestablecimiento del gas, cuyo suministro había sido cortado varias semanas atrás por irregularidades en las instalaciones del viejo edificio de departamentos. La empresa que la administración contrató para solucionar las fallas había trabajado duro y en aquellos primeros días de diciembre se aguardaba la llegada de los inspectores de Metrogas para que evaluaran la situación y autorizaran la reconexión.
En la última semana del año, en contraposición, el grupo se sumergió en un sorprendente silencio, apenas rozado por tímidos saludos para las fiestas de fin de año. ¿Qué había sucedido en el medio? ¿Por qué semejante cambio de actitud? Lamentablemente, el silencio no fue consecuencia de la tranquilidad recobrada tras la devolución del servicio, sino por el golpe anímico que implicó su negativa. Cuando reinaba el optimismo y el edificio ya disfrutaba a cuenta de la vuelta a la normalidad, la nueva inspección del ente del gas, dictaminó, palabras más palabras menos, que gran parte del trabajo estaba mal hecho.
No bien se conoció la inesperada noticia el wathsapp explotó en una andanada de lamentos, quejas, reclamos, pedidos de explicación y censurables frases destinadas a la administración, los inspectores y la empresa proveedora del servicio. Pese a tanta indignación, el vecindario se mantuvo unido y afortunadamente no cayó en la pelea interna,  cosa que suele ocurrir en circunstancias como éstas.
Pero que el impacto anímico fue violento, de eso, no caben dudas.
Los empleados encargados de supervisar las obras, no eran los mismos que aquellos que en la oportunidad anterior, habían señalado qué mejoras debían cumplimentarse. Esta inconcebible falta de comunicación dentro de la misma empresa del gas, al parecer, es muy común, según contó algún vecino que ya había oído de otros casos así en la Ciudad.

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Lo más desalentador, es que casi nunca los inspectores son los mismos y en la próxima, la historia podría repetirse. Especulaciones de esa naturaleza, interrogantes al voleo y más y más protestas, llegaban a borbotones en forma de texto y audio la hora posterior a la decisión de Metrogas. También se subieron fotos… ¡y hasta videos! Un vecino presente a la hora de la visita, le hizo grabar al inspector de turno una explicación de los motivos por los cuales no nos daban el gas y un detalle de los ítems a modificar. Como el archivo era muy pesado, lo dividió en cinco partes y lo mandó el grupo.
Confieso que jamás vi esos videos y supongo que la mayoría de los propietarios tampoco habrá tenido fuerzas para apretar play, tras la frustrante experiencia.
Si mal no recuerdo, esa serie de videos fue lo último, antes de que el grupo enmudeciera por completo durante unas cuantas jornadas.
Sólo interrumpido por los saludos para las fiestas, el mutismo reinó en los últimos días de diciembre y los primeros de enero. De tan curiosa, la situación resultaba incómoda incluso en lo personal. Hasta yo, que tan reacio a la hiperconectividad me enorgullesco de ser de ser, chequeaba mi celular, extrañando los mensajes, y preguntándome si por accidente no habré apretado “salir del grupo” y me estaba privando de aquellas largas y jugosas disertaciones.
La realidad me demostró que hay vida más allá del wathsapp. Ahora en un contexto de celulares silenciosos, el gasista y su gente continuaban trabajando para cumplir con los nuevos requerimientos. No había otra alternativa.
Entretanto, de a poco, en el grupo se reinició la actividad. Uno de los primeros temas abordados post-gas no tuvo nada que ver con éste, sino con una disputa entre propietarios por culpa de un aire acondicionado. Una señora de planta baja (llamémosla “vecina A”) se quejó de que el agua de la manguera de otra mujer de un piso superior (“vecina B”, de aquí en adelante), penetraba en su vivienda. Desde mi punto de vista, equivocadamente, pues se trataba de una cuestión privada, de la que el resto del edificio no tenía por qué ser partícipe. La supuesta infractora así también se lo hizo saber, y después de un diálogo cargado de tensión entre ambas  protagonistas -aunque sin insultos, vale aclarar- en la pantalla se leyó: Vecina B ha eliminado a Vecina A.
Para mala suerte de A, una de las administradoras del grupo de whatsapp era B, quien a la mañana siguiente, y sin que nadie se lo hubiera preguntado, dio a entender que la situación ya venía de arrastre y ésta había sido la gota que rebasó el vaso  (lo dijo en un lenguaje más “coloquial”), por lo que se vio obligada a tomar esa drástica medida.
Buena parte de los vecinos recobraron su energía participativa con el correr de los días. Algunos hicieron gala de su sentido del humor, como un muchacho que se jactaba de poder bañarse con agua caliente sin haberla entibiado previamente con artefactos eléctricos. La ola de calor que se negaba a retirarse de Buenos Aires, era la causa de este fenómeno que suele afectar a los tanques de agua en épocas estivales.
Chau, hasta el próximo wathsapp…

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