ESTO ASÍ NO ERA

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Hoy: la «nuevas» puertas del Subte B

El Subte B ha incorporado vagones, hace ya un par de años. En concreto, más que una incorporación, ha sido una renovación, pues lo viejos coches han sido quitados de la circulación de la Línea que une Villa Urquiza con el bajo porteño y fueron reemplazadas por estas nuevas unidades.

Al margen de cualquier polémica, de estas que tan en vigencia están hoy en día, ligadas a los costos, motivos, utilidades, consecuencias y demás cuestiones surgidas a partir de esta renovación impuesta por el Gobierno, el objetivo de esta nota es resaltar los cambios que los usuarios van experimentando en relación a otras épocas de la Ciudad, en sus más variados aspectos.

En lo que respecta a esta línea de subterráneos, algo que ha llamado la atención es la apertura de las puertas. El mismo, en lugar de conservar el dispositvo automático gracias al cual éstas se abren cuando la formación arriba a la estación, y se cierran una vez que vuelve a arrancar, consiste en presentar una modalidad manual para que el pasajero gire la perilla hacia arriba y ésto produzca la apertura de ambas hojas de la puerta. El argumento esgrimido por los impulsores de la modificación, es el ahorro de energía que esto generaría.

La medida es novedosa para este Línea y también lo sería para el resto, donde se conserva el sistema automático. La excepción, claro, es la Línea A, de histórico recorrido por debajo de la avenida Rivadavia, entre las estaciones Plaza de Mayo y San Pedrito (hasta aquí se amplió recién hace algunos años).

Los usuarios de la mencionada Línea podrán confirmar que idéntico modus operandi es que el durante décadas caracterizó a estos vagones. Las dos manijas, una en cada puerta, y la invariable intervención de los pasajeros, le daban a la A el toque de distinción y acaso de romanticismo, ausente en los otros recorridos.

La Línea B, con sus coches procedentes de España, es ahora la pionera de esta nueva «onda retro». Los inconvenientes y las quejas parece que también llegaron para quedarse. Pero esa es otra historia.

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