ESTE ES MI BUFFET. HOY: SUNDERLAND

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En el buffet de un club se respira deporte y se percibe un clima de familia y amistad que difícilmente uno pueda hallar en otros bares y restoranes capitalinos. Desde esta sección, nos proponemos darle el lugar que se merecen.

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La hora del almuerzo va quedando atrás. Sin embargo, la mayoría de los comensales opta por alargar la sobremesa. Es que hay un motivo muy valedero para no moverse de los lugares: se juegan los momentos decisivos de la semifinal entre Del Potro y Nadal, por los Juegos Olímpicos. Se entiende entonces que el plasma gigante del restaurante de Sunderland, acapare todas las miradas. En realidad, no todas: hay una parejita muy conversadora que no le presta la mínima atención. Un par de mesas más allá, lo mismo ocurre con dos hombres de entre 40 y 50 años.

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Pero el partido se estira y algunos, abandonan el buffet. En cambio, van llegando los primeros clientes en busca del primer café de la tarde. En el salón hay unos cuantos chicos. Claro, al ser sábado, es día de baby fútbol. Sunderland recibe a los verde-amarillos de Fraggio de Ituzaingó, por la Liga FEFI.  Un jugador local, 12 años aproximadamente, se anima a romper el silencio reinante: «Vamos Delpo vamos, ponga huevo que ganamos…», canta, pero no encuentra eco en el resto de los pibes y se dedica a seguir el partido sin grandes exclamaciones.

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Detrás del mostrador, la buffetera Norma Ruiz (foto de arriba), cuenta su historia mientras prepara unos suculentos sandwiches de jamón y queso en pan flauta: «Hace 20 años que tengo la concesión del buffet. Mi hijo Tomy todavía no había nacido. Recuerdo que él estaba a punto de nacer y yo acá, con la panza ‘así’ y amasando ñoquis. Hoy ya está terminando el baby y además juega en la prenovena de River en cancha grande».

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Una camiseta de River de Tomy, enmarcada, cuelga en una de las paredes del restaurante. No es la única: hay dos del Sunderland original, el de Inglaterra, que fueron traídas por Arca y Medina, dos argentinos que pasaron por el famoso club inglés. También hay una de Racing e, increíblemente, otra de Belgrano de Córdoba. ¿Por qué increíblemente? «Yo soy muy hincha de River y cuando perdimos por la Promoción y descendimos, me la regalaron para gastarme», explica Norma, que se tomó con humor la broma y le dio a la camiseta un espacio en su recinto. Eso sí, bastante alejada del área central.

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El restaurante sobrepasa la medida promedio que generalmente predomina en los clubes de barrio. Aquí, hasta hay un mozo, del cual se puede deducir que al igual que Norma, lleva ya muchos años en Sunderland, considerando la confianza con la que trata a la clientela. Cuando el mediodía aquieta su ritmo, el mozo se distiende y hasta se toma un recreo, sentándose a una de las mesas para ver los momentos cruciales del tenis. De pronto, ingresa el entrenador del baby y pregunta cómo va el básquet ante Brasil. En el televisor no halla la respuesta, aunque un comensal le informa que la Argentina acaba de vencer a Brasil. El DT, sin exteriorizar alegría, se da media vuelta y regresa a la cancha.

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En la charla con Norma, ella manifiesta que está satisfecha con el nivel de trabajo. «De lunes a viernes vienen muchos laburantes de la zona. Para la semana tenemos un menú fijo de 100 pesos. Los fines de semana la mayoría es gente del club. Con los precios tratamos de no ‘matar’ a nadie», señala.

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La carta es muy variada. Entre otras opciones, plato del día al margen, se puede pedir un peceto a la portuguesa, pollo al horno, pechito de cerdo, milanesa, bondiola a la pizza, bife de chorizo… Todo, obviamente, con sus respectivas guarniciones. Pese a su satisfacción, Norma se lamenta porque la milonga, quizás la actividad que más beneficio le reportaba al club, está suspendida desde fines de 2015. «Yo era la encargada de la concesión, junto con el buffet. Pero el Gobierno de la Ciudad la cerró un par de días después de la asunción de Macri». ¿Motivos? «Dicen que no cumplimos con los requisitos como para tener habilitación. Desde ese momento estamos con los trámites pero siempre falta algo. Ya no sabemos qué más hacer ni qué papel presentar», señala, más resignada que preocupada. La falta de actividad tanguera de los sábados por la noche,  impulsó al club a reflotar un deporte que había sido dejado de lado hace casi 20 años, precisamente, para albergar el tango en su gimnasio. «Ayer empezó el futsal. Jugaron un amistoso contra Penacho Azul. El año que viene verán si se anotan en algún campeonato», sostiene Norma que pese a estar al tanto de cada movimiento producido en ‘Sunder’, no forma parte de su Comisión Directiva.

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La efervescencia inunda el salón de la calle Lugones. Del Potro estuvo al borde de la derrota con Nadal. Pero resurgió cuando menos se lo esperaba y ahora está muy cerca del triunfo. Se juega el tie-brek y ya nadie le presta atención a otra cosa que no sea el plasma. Incluso, los jugadores de baby y más público ingresan en grandes cantidades para posicionarse frente a la pantalla (obviamente, sin consumir). Pasadas las cinco de la tarde, el tandilense hace estallar a la Argentina. En Sunderland, se festeja como en tantas partes del país. Pero unos minutos después, todo vuelve a la normalidad. La gente deja el restaurante casi vacío. Norma, entretanto, sigue yendo de un lado a otro, pensando en que la cena se aproxima.

 

 

 

 

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