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LA ERA DE LAS COMUNICACIONES

A principios de la década del Noventa, la telefonía celular comenzaba a introducirse lentamente en la vida de los argentinos. Sin embargo, su injerencia era ínfima en comparación con la explosión que se vive hoy en día con respecto a los teléfonos inteligentes, las redes sociales y todo lo concerniente a la extrema rapidez que tienen las comunicaciones.

En la revista Esto es El Ascenso, gracias a un acuerdo publicitario que pudimos establecer con la desaparecida firma Movicom, a mediados de aquella década, nos entregaron dos teléfonos celulares, a cambio de algunas menciones en las páginas de la revista. Nos los dieron en comodato, es decir, una especie de préstamo a largo plazo. No tuvimos que pagarlos pero legalmente los teléfonos seguían siendo de la empresa. Lo atractivo es que nos daban una buena cantidad de minutos libres, con lo cual tampoco pagábamos el consumo. Eran tiempos donde casi nadie usaba esta tecnología. En lo personal mi alegría por haber conseguido el acuerdo, contrastaba con una sensación extraña, porque era realmente escaso el uso que al principio le dábamos.  Para colmo, el sistema dictaminaba que cuando alguien recibía un llamado a su celular desde un aparato fijo, el que pagaba esa llamada era el dueño del celular.

En este contexto de comunicaciones “arcaicas”, nosotros, periodistas jóvenes y entusiastas, fuimos protagonistas de algunas vivencias que desde la perspectiva del 2022, pueden ser vistas como pintorescas anécdotas al compararlas con los tiempos actuales. A continuación, se resumen algunas:

-Ricardo Fioravanti cubría las alternativas de Berazategui-San Telmo, un partido disputado en el Norman Lee (el nombre del estadio del primero) por el campeonato de Primera C. Sentado en la platea,“Fiora” fue testigo de cómo un periodista de una emisora colega, le pedía permiso una y otra vez a Armando “Cacho” Alejos para utilizar su celular. Alejos era director técnico pero en ese momento estaba en carácter de espectador, en la misma platea, y al parecer, portaba un móvil que al cronista radiofónico le venía muy bien para informar los goles del partido a su radio. Como los pedidos fueron unos cuantos, llegó un momento en que Cacho, muy bien predispuesto, en cierto momento ya no se mostró tan complacido como antes al tener que facilitar las costosas llamadas del osado muchacho.

-En una oportunidad, allá por agosto de 1994, asistí al estadio de Defensores de Cambaceres, que recibía a Excursionistas en Ensenada. La gente de El Ascenso por Tres, histórica transmisión que en aquel entonces se emitía por Radio Colonia, al carecer de un cronista propio en dicho escenario alejado de la Ciudad de Buenos Aires, me solicitó que me comunicara con la radio a fines de dar las informaciones más importantes de este encuentro de la Primera B Metropolitana. Como el cotejo terminó 0 a 0, sólo llamé una vez para dar el resultado final. ¿De dónde lo hice? Desde la casa de una vecina ubicada detrás de la platea de la cancha. La señora, muy amablemente me dejó ingresar a su comedor y me prestó tu teléfono de línea, como correctamente me habían “dateado” los colegas de Radio Colonia el día anterior.

-En enero de 1993 viajé en plan de vacaciones a Florianópolis, Brasil, integrando un grupo de cuatro chicos entre los cuales estaba Damián “Rojo” Olschansky, compañero en la Escuela del Círculo de Periodistas Deportivos y la Revista Esto es El Ascenso. Con motivo de nuestro viaje a Brasil, con Damián no pudimos estar presentes en la salida de la edición de enero de la revista que habíamos fundado pocos meses atrás. Inquieto por saber si estaba todo en orden, convencí a Damián de que se comunicara con uno de nuestros compañeros, Juan Pablo “Gepu” Rosselló, quien supuestamente, iba a estar al tanto de esos detalles. Damián accedió enseguida a llamarlo. Pero claro, las comunicaciones no eran sencillas, y menos de país a país… Pero existía un método frecuente, que era llamar desde un teléfono público a un fijo, y que el costo lo pagara el que atendía desde su aparato de línea. Desde un público ubicado en la calle, Damián, sin ponerse de acuerdo antes con él, telefoneó a “Gepu”, quien si mal no recuerdo, estaba durmiendo en ese instante. Sin embargo, no fue esto lo que más lo molestó sino el hecho de tener que abonar él la comunicación. “¡Damián, me llamaste a cobrar!”, exclamó Gepu, irritado, cuando ya con el tubo en la mano, se dio cuenta de que cuando llegara la cuenta, iba a tener que hacerle frente al costo del inesperado llamado.

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