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Club Social Deportivo y Cultural EL TRÉBOL

Ni bien se atraviesa la puerta de madera de la calle Gándara, un inmenso salón con varias mesas surge ante nuestros ojos. El recinto tiene un único habitante. Es un hombre de unos 70 años que observa una película en el plasma. Detrás del mostrador, hay dos personas. Nos acercamos a preguntarles por la presencia de algún miembro de Comisión  Directiva, a fines de efectuar un reportaje. Resulta que ellos mismos lo son. Uno es el presidente, Carlos Avramo; el otro, el protesorero, Claudio Bursese. Complacidos, nos invitan a conversar en una de las mesas del buffet.
“Mi historia como dirigente no es muy larga”, cuenta Avramo. “Hasta hace cuatro años era vice y asumí por la renuncia del presidente de ese momento”, agrega.

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“Socio sí, hace mucho tiempo que soy. Nací acá en Bauness y Altolaguirre. Mi padre fue uno de los fundadores de Parque Chas (el club ubicado a dos cuadras) y yo iba de acá para allá. De esto hace como 50 años. Después, más de grande, hubo un período en el que  me era difícil venir por razones de trabajo. Yo era chofer de larga distancia, manejaba camiones y micros…. Pero siempre estuve en contacto”.
El presidente admite una cuestión que lo diferencia de la mayoría de los habitués al club: “No soy futbolero, nunca fui fana del fútbol. Yo venía a pasar un domingo, a compartir un juego de naipes: el tute cabrero, el truco. O el dominó. Antes también había billar pero las cosas fueron cambiando…”
En su par de Comisión, en cambio, el fútbol es más importante. La mejor prueba, es una de las fotos en blanco y negro, que enmarcadas, cuelgan en una pared del salón. Es un equipo de fútbol y Claudio -un niño en la vieja fotografía- era uno de sus integrantes. A su lado estaba su papá, el técnico de aquel equipo.

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La imagen está tomada en la cancha de la plaza de enfrente, denominada Éxodo Jujeño. Es el espacio recreativo por excelencia de Parque Chas. “El nombre oficial es otro pero acá todos la conocen como la plaza de El Trébol”, informa el protesorero. En este lugar, desde su creación, transcurren  prácticamente todos los acontecimientos deportivos de la vida del club. “Como acá adentro no hay espacio, existe un acuerdo con el Gobierno de la Ciudad para que nosotros utilicemos la cancha a cambio del mantenimiento. Históricamente ha sido así. El club se  basa esencialmente en el fútbol infantil. Tenemos escuelita y estamos afiliados a la liga FEFI. Además hay boxeo y fútbol femenino de juveniles y mayores. Todo eso se hace acá enfrente, en la plaza. En el club lo que hay es taekwondo y gimnasia para nenas en el gimnasio de arriba”, explica Claudio.
En el grabador queda registrado el griterío de los chicos, procedente del exterior. Son las 19.30 y pese a la oscuridad que caracteriza a la época del año, la gente del baby entrena en una cancha correctamente ilumnida. “Acá todos los pibes tienen lugar, inclusive los que quizás quedan afuera de otros clubes de la zona por ser gorditos, chiquitos o lo que fuera -indica Claudio-.  No tenemos convenios con clubes de cancha de once, ni ayudas, ni subsidios. Todo se hace con el esfuerzo de los que son de El Trébol”, destaca.

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Llama la atención, también, que el buffet no esté concesionado. “Lo atendemos nosotros, los de la Comisión. Esto no es para lucrar sino para que los socios, los chicos y sus papás puedan tomar algo caliente en invierno o fresco en verano”, señala Carlos. “Además los lunes, miércoles y viernes se juntan los socios a cenar. ¿Qué cocinamos? Pizza, empanadas, carne, milanesas, papas fritas, parrilla. Nos reunimos 10, 12, 14 personas del club, pero está abierto al público en general. Puede venir cualquiera a comer. Los vecinos lo saben. Lo único que no queremos acá es la política. Eso es promordial”, enfatiza el presidente, y el protesorero coincide: “Todos tenemos nuestra ideología, pero la expresamos de la puerta para afuera”.
Entre ambos, sintetizan cómo se mantiene el club: “Con los alquileres de este salón y el de arriba, más lo que paga el centro de jubilados. Después está la cuota social y los aportes de la Comisión para hacerle frente a los gastos fijos”.  Y vuelven a hacer hincapié en que “lo que se recauda no es para lucrar, si algo sobra, vuelve al club, aunque con los impuestos se hace difícil”.
Una de las preocupaciones de Carlos está centrada en el aumento del agua: “Nuestras instalaciones son reducidas, pero como no miden los metros cuadrados se nos complica”. Claudio añade infromación: “Está viniendo 2.500 de Aysa, y 4.000 totalizando todos los servicios”.
Así como ocurre en tantas instituciones barriales, otro de los asuntos calientes de estos tiempos, es el de los subsidios: “La IGJ nos demora la papelería. Tenemos todo en regla y presentado, pero como no hay respuesta no podemos acceder a los subsidios”, se lamentan.  A continuación, hablan de la relación con los clubes vecinos: “Por un tema futbolero, hay una rivalidad histórica con Parque Chas o con Agronomía Central. En una época fue más duro, había mucho roce. Pero en los últimos años se fueron limando las asperezas. Son cosas de pibes, nosotros tratamos de inculcarles a los chicos que los demás equipos son rivales pero no enemigos”.

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A la hora de las fotos, los directivos eligen posar con un gran mural de fondo. Fue pintado en 1989 por Pedro Gaeta, un artista plástico nacido en el barrio. En la pintura, un grupo de parroquianos de El Trébol juegan a las cartas, observados, nada menos que por Carlos Gardel y sus músicos. El mural se denomina Mitología Porteña y fue declarado de interés cultural en 2004.
Ya fuera de la grabación, recogemos abundante información. Por ejemplo, que al club, fundado el 21 de septiembre de 1943, si bien siempre la intención fue la de practicar fútbol, se lo llamó así en homenaje a un  gran equipo de polo de los hermanos Menditegui.
Que en su sede funcionó una fábrica de carros de madera, cuyos propietarios, le cedieron a los fundadores un espacio para llevar a cabo las reuniones. Más tarde, El Trébol compró la propiedad, estableciéndose  formalmente en Gándara 2840, la que siempre fue su casa.
O que cuando la plaza era únicamente de tierra, los corners se ejecutaban desde la calle. Hoy, como en tantos otros aspectos de la vida cotidiana, el cemento le fue quitando al verde el sitio que le pertenecía.

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En la pared donde está la imágen de Claudio y su papá, otro cuadro de la famosa plaza, pero unas cuántas décadas atrás, parece corroborar la anécdota.
Hay más fotos. En una está un jóven Checho Batista como DT de uno de los equipos de El Trébol. Y hay otra donde antiguos asociados participan de un aniversario…
Nos despedimos de Carlos y Claudio, que tan bien nos atendieron. Se abre la puerta y griterío de la plaza, se siente con más fuerza. Adentro, el único parroquiano del buffet sigue con la mirada clavada en la televisión.

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