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Club Social Deportivo y Cultural EROS

Un patio techado, una cancha de baby fútbol, un buffet, una secretaría… y no mucho más. Como tantos clubes de barrio, eso es Eros.  Y eso, precisamente, es lo que lo hace único.  ¿Un dato? La cuota vale cinco pesos. Unos cien socios la abonan mensualmente.

El movimiento en Uriarte y Honduras, a las 7 de la tarde de un día laborable, es un reflejo de lo que ocurre en toda una zona, hoy increíblemente conocida como Palermo Soho. Modernos bares, repletos de un público treintañero, desbordante en mesas y veredas intransitables, donde confluyen los que salen de trabajar y los que llegan con el propósito de la diversión vespertina.
En las calles, el rugido de los motores y en los cordones, nulo espacio para estacionar, no son una invitación a pasar una hora -ni siquiera un minuto- en este  sitio porteño tan particular.

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Sin embargo, en Uriarte 1602 hay un oasis. Un microclima perdido en el tiempo, ajeno a lo que ocurre en el exterior. Una esquina azul-celeste, viejos ventanales pintados de blanco y protegidos por rejas negras y una placa de bronce que indica C. S. D. y C. “Eros”, son el preludio para reencontrarse con el alivio. Más aún, con la felicidad misma…
Habrá que atravesar una puerta doble hoja -tiene pegada una calco del escudo del club-, pisar las baldosas blanquinegras del patio techado y penetrar en el buffet, un angosto recinto que se prepara para recibir a los comensales de la noche. No hay tanta clientela, pero sin dudas, el local se llenará. Es que hay mucha gente que busca el contraste: frente al menú mazquino y refinado de los restaurantes cercanos, qué mejor que llenarse con  un suculento plato de tallarines con tuco o una milanesas con papas fritas a precios -por lo accesibles- casi asombrosos.

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En el buffet, será difícil no toparse con la figura del secretario Marcelo Biaggini (foto), un dirigente de esos que, obstinadamente, siguen poniéndole el hombro a la dura realidad que aqueja a los clubes de barrio. Tras el saludo, Marcelo invita a pasar a la secretaría, un cuartito donde se amontonan viejos trofeos, fotos más actuales y plaquetas de variada antigüedad. Desde su escritorio, sentado junto a una máquina de escribir (otra reliquia) se dispone a conversar sobre el club de sus amores. Su tono no denota un gran optimismo porque la situación no lo amerita. El paso del tiempo le pegó fuerte también a Eros y la situación económica amenaza con aplicarle un golpe de nocaut. Pero el club ahí está, vivito y coleando, procurando hacerle frente a la adversidad. “Esta es una Comisión que hace 25 años que está junta. Hoy no hay tantos directivos dispuestos a realizar estas tareas. Se ha ido perdiendo la juventud. Muchos se fueron. Y los chicos, todavía son muy chicos. Son los que vienen a la escuelita de fútbol… Faltaría la edad intermedia, como quien dice… Por eso estamos nosotros. Pero bueno, a pesar de las carencias y los aumentos de impuestos, el club se va manteniendo”, señala el secretario.

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-¿En qué consiste Eros actualmente?
-En lo deportivo tenemos el baby fútbol en la Liga FEFI y un poco de voley. Además hay clases de tango. Y lo que podemos brindarle al socio es una silla: compartir un rato con los amigos, jugar un partido a las cartas, mirar televisión en el buffet y nada más.
-¿Que gente viene?
-Gente del barrio, gente que se ha criado acá. Este es un club que, como pocos, conserva la misma esencia de antes. La mayoría, o han ascendido, o han desaparecido. Acá tuvimos la suerte de que los viejos socios compraron la propiedad en su momento. Gracias a eso seguimos subsistiendo. De no ser así, considerando la transformación del barrio, ya no existiríamos más.

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-¿Cómo se llevan con este Palermo tan cambiado?
-Estamos rodeados de vecinos nuevos. Los viejos, en su mayoría, no están más. Esto era un punto de concentración de los vecinos. Pero las casas de los fundadores y los antiguos socios, desaparecieron. Se han vendido. Y encima está el invento inmobiliario de llamar Palermo Soho a lo que siempre fue Palermo Viejo. Pero como la propiedad es del club, Eros continuará de por vida, y seguiremos subsistiendo en medio de todo esto.
-¿Habrá gente que tenga ganas de tomar la posta?
-Sí… confío en que van a ir apareciendo.
-¿Qué opina de la fama del buffet?
-Que ha tomado dimensión por el barrio mismo, ya que atrajo mucha gente nueva. Y para nosotros es una ayuda económica importante, porque gracias al canon y a que compartimos gastos como la luz y el gas, podemos mantenernos. Hace 24 años ya que está el mismo buffetero.

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-¿El club tiene empleados?
-No… no da para eso. Todos los que trabajan acá son ad honorem. Si contratás a alguien tenés que tenerlo en blanco y es una fortuna. Además es un juicio clavado. Conozco a varios clubes que lo han sufrido. Por eso el buffetero es importante, al ser el que abre y el que cierra. Ya es como si fuera parte del club. Uno tiene esa confianza de que son personas serias y cumplidoras.
-¿Qué egresos tienen?
-Una gran ventaja es que somos propietarios, y que estamos exentos de pagar ABL. Lo más grave fue el aumento del agua. Nosotros casi no gastamos, pero por la superficie cubierta, pasamos de pagar 3000 a 13000 pesos. Por suerte, se comparte con el buffet. De todos modos estamos gestionando el descuento.

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-¿Cómo están de papeles?
-Bien… Tenemos todos los requisitos, los balances están al día. Pero son trámites largos, difíciles. Parece un espiral: te dan vueltas y más vueltas. El club cumple una función social: hay tres colegios municipales que vienen a hacer Educación Física: el Nicolás Avellaneda, el Normal 6 y el Gabriela Mistral. Vienen 400 pibes todos los días. Obviamente, ninguno paga nada. Al contrario, a veces  hasta tenés que reparar los baños porque los rompen, los pintan. Son pibes…
-¿Y los ingresos?
-Más allá del buffet, el alquiler de la cancha, un plus que pagan los chicos de la escuelita, y los cinco pesos de la cuota social.
-¿Cinco pesos?
-Así es.
-¿Hay gente que es socia inclusive sin hacer ninguna actividad arancelada?
-Aproximadamente cien personas. Es una plata insignificante, teniendo en cuenta los gastos. Pero bueno, usan la cancha para jugar algún partido de fútbol, hacen un asado en la parrilla del fondo… Todo ayuda. Nosotros, dentro de todo, andamos…
-¿Cuál fue la mejor época del Eros?
-Nosotros tuvimos un escenario. Las mejores orquestas tocaron acá. Hasta Trolio. Había básquet, boxeo, porque ese escenario se transformaba en un ring. Estamos hablando de hace mucho tiempo, en la década del Cincuenta. Yo era chico. Empecé a venir cuando tenía diez años. Éramos todos del barrio…

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Marcelo señala la foto que está detrás suyo, y que cuelga de la pared centímetros más arriba que la del Papa Francisco: la primera Comisión Directiva. “El cuarto de la fila superior es el abuelo del Cholo Simeone, Amadeo”, explica. “El nieto habrá venido una que otra vez, pero no jugaba acá”, aclara. Enseguida, se levanta lentamente de la silla. Comprendemos que el reportaje ha terminado. Salimos de la secretaría. Cierra con llave y se dirige nuevamente al buffet. Allí se sienta en el medio de dos amigos, también habitués, intuimos, de frente al plasma. Les pedimos permiso para sacarles una foto. Acceden con gusto. Cordial despedida y un minuto después, estamos afuera. De las multitudes que transitan por Uriarte y Honduras, seguramente son muy pocos los que se dieron cuenta que allí hay una institución barrial. Las luces de negocios y resto-bares se encienden a pleno. Palermo Soho está listo para brillar.

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