CLUBES CHICOS DE CORAZÓN GIGANTE

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Club Social y Deportivo Laureles Argentinos.

Una de las tardes más frías del año se produjo nuestra visita a esta entidad que en octubre arribará a sus primeros 70 años. El receso escolar actuó como disparador para que las actividades también cesaran por una semana. Por lo tanto, los únicos que a esa hora permanecían en las instalaciones eran el presidente Carlos Mylyezuk, su esposa Marisa -tesorera- y Lalo Monteleone, un querido amigo y vecino.
La sede está en Devoto, muy cerca del límite con Monte Castro, en el cruce de dos pasajes de dos cuadras de longitud cada uno: Indio y Laureles Argentinos. Es decir que -cosa poco frecuente- el club adoptó el nombre de su calle.

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Una bonita fachada le da vida y color a una geografía gris: a menos de 200 metros, se divisan los imponentes pabellones de la penitenciaría. Adentro, Carlos y su esposa ponen gran empeño en la puesta a punto de la cancha. Limpieza y pintura es lo que hace falta para empezar el segundo semestre con ánimos renovados.
“A mí como Carlos no me conoce nadie, para todos soy el Bocha”, afirma el presidente, que mientras trabaja con los pantalones arremangados, recuerda con su amigo de la infancia los buenos y viejos tiempos.
“Como persona y como dirigente, éste es el mejor de todos”, asegura Lalo. Durante la charla, nos daremos cuenta del motivo de este pensamiento tan particular.

“NO HAY PLATA QUE PAGUE ESTO”
“No, yo solamente tengo mis ideas”, minimiza el Bocha, que llegó al club como papá, luego fue buffetero (en 2010) y a partir de 2013 asumió la presidencia.
El matrimonio tiene seis hijos de entre 34 y 20 años ¡Y todos son miembros de la Comisión Directiva! Nahuel, Mauro, Antonella, Sofía, Tamara y Romina. Los dos varones, jugaron al baby fútbol en el club.

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Fletero de oficio, Bocha es uno de los tres entrenadores de Laureles, junto a Mario de la Cruz (“está más o menos desde que nació el club”, bromea) y Mauricio Cabrera. “Yo dirijo la escuelita y si me necesitan en cualquier otra categoría, también estoy”, dice, “La escuelita es lo mejor que pudimos haber hecho, acá juegan chicos a partir de los 3 años. En otros lados los aceptan recién cuando son más grandes”, destaca. Acto seguido, va a buscar un dibujito que le hizo un alumno: Dice: “Siempre quise tener un entrenador como vos, tranquilo, educado, gracioso, bueno y crack y adiviná, lo encontré, se llama Bocha”. El presidente se emociona: “Me lo dibujó un nene categoría 2009. Tengo un montón de estas cosas. Eso es lo que te da fuerza, no hay plata que lo pague”.

“SI VAS A ROBAR, ANDÁ AFUERA”  
Es extraño encontrar dirigentes de instituciones barriales que no se quejen del aumento de las tarifas. Pero Bocha y Marisa aseguran que los aumentos no los afectaron a niveles exhorbitantes. “Nosotros tenemos luces de Led desde hace varios años. Fuimos uno de los primeros… Con eso abaratamos muchísimo. Ahora vienen no más de 1500 pesos. En una de las últimas facturas hasta tuvimos saldo a favor, porque se habían equivocado… Hay muchos que todavía están con halógenas, eso te da vuelta el medidor. Lo único que nos pegó fuerte es el aumento del agua, vinieron como 2600 pesos…”

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Los Mylyezuk hacen hincapié en que un club bien administrado no tendría que tener graves problemas, y que hicieron tan ordenadamente las cosas, que el Gobierno porteño los premió con 40 mil pesos que reinvirtieron en las instalaciones: “Por ahí en otros clubes se los hubieran llevado al bolsillo. En cambio, acá compramos sillas, mesas, pintamos, mejoramos el salón de arriba. A nosotros nos llaman para ofrecernos los subsidios. Hace poco descartamos uno de cien mil pesos para construir. Es que la mano de obra la tenés que pagar vos y al final no te conviene…”, explica Bocha.
Allí, interviene Lalo: “En casos así, cualquiera agarraría la plata y cuando le tienen que rendir cuentas a la Subsecretaría, inventan una factura y dibujan los números”.  El presidente agrega: “Priorizamos la honestidad. Si hacés eso te lo dan una vez y después chau. Yo no pido ningún subsidio, prefiero que me sigan llamando para ofrecérmelo. No quiero que me digan, éste se robó todo, como han hecho con varios. Si vas a robar, andá afuera”.
Bocha cuenta el estado en que estaba Laureles antes de que asumiera: “Tratábamos de empujar entre todos pero no avanzaba ni un metro. Cuando agarré el buffet, lo hice por una necesidad del club, no como un negocio personal. Hasta que tuvimos que ir a elecciones porque esto ya no daba para más. El baby y el patín tenían muy pocos chicos, la sede estaba como abandonada, triste,  se llovía toda…”
Una vez que la nueva Comisión tomó las riendas, lo primero que realizó fue pintar las tres plantas: “No había un peso, pero la plata la juntamos gracias a la rifa de un huevo de pascuas gigante que hizo mi señora. Las mujeres fueron fundamentales en este resurgimiento. Colaboran en todo, manejan la economía, son un fierro. Los hombres sólo acompañamos”, desliza Bocha, con modestia. Marisa, señala que en la actualidad, entre baby y patín, son cien los chicos, y que en artes marciales, la concurrencia también es nutrida.
Su marido vuelve a destacar la buena administración: “Otra deuda que debimos pagar al asumir fue la impositiva. Eran como 20 mil pesos. Ahora estamos al día en todo. Si mañana se cae el techo en tres días está puesto otra vez. Paga todo el seguro. En ese sentido también dormimos tranquilos. La plata del club es del club”.

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“EL OBJETIVO SON LOS CHICOS”
Desde hace tres años, todas las categorías del baby son partícipes de una experiencia que era inédita en Laureles: “Cada verano nos vamos a un camping con pileta en General Rodríguez. Así los chicos empezaron a compartir todo. Antes los de categorías distintas sólo se conocían de vista. Ahora logramos una mejor integración, formamos una gran familia”, coinciden los entrevistados.
En lo deportivo, los resultados también son alentadores: “Vamos punteros en la general de FEFI y tres categorías están para campeonar”, se enorgullece Bocha,  aquí desde su posición de entrenador.
Lalo asiente en silencio y cada tanto, lanza un elogio: “Es una locura lo que hacen por el club. A él lo cargo porque en su casa no trabaja ni la mitad de lo que trabaja por Laureles. Por eso decía que es el mejor, no conozco otro igual. A veces se va a las 11 de la noche. Y mirá hoy, no hay nadie y está acá laburando con su señora. Para ellos no hay vacaciones”.
El presidente vuelve a minimizar los elogios de su amigo: “El mejor no soy, cada uno tiene su pensamiento. Para mi, el objetivo no es que club lucre, sino la felicidad de los chicos y su familia”.
De cara al 70 aniversario, sostiene que hay algunas ideas, si bien todavía no resolvieron qué harán para celebrar, y que, lamentablemente, casi ningún recuerdo ha quedado en la secretaría sobre la fundación y los orígenes. “Del antiguo Laureles Argentinos al único que conocí fue a Cacho Girese, una gran persona. Él prácticamente vivía acá adentro. Falleció al poco tiempo de que nosotros llegáramos. La cancha lleva su nombre», cuenta Bocha.
La noche cae en Devoto. Lalo ya se despidió. Cuando concluye el reportaje, el matrimonio acomoda los elementos de trabajo y se dispone a cerrar con llave la sede. Por supuesto, apenas será por unas horas. Al día siguiente, estarán nuevamente al pie del cañón.

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