BUENOS AIRES EN LA TELE

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El maltrecho Peugeot 403 avanza por las calles de Buenos Aires. Conduce Patricio Contreras.

Hoy: Made in Argentina

Sin dudas, una de las grandes películas del cina nacional de todos los tiempos. ¿Y por qué canal podrían pasarla nuevamente? Por supuesto, por Volver o por el ex IncaaTV, Cine.Ar. En este caso, fue el primero el que acertó al programar este peliculón, que arranca con imágenes de Luis Brandoni y Marta Bianchi en Nueva York. El film dirigido por Juan José Jusid, es de1987 y según el argumento, la pareja argentina llevaba diez años en el exilio.

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En aquel primer tramo son necesarios los subtítulos. Los protagonistas, sólo entre ellos, hablan en castellano. Pero incluso con sus dos hijas (una es una niña y la otra adolescente) los diálogos son en un riguroso inglés.
El matrimonio logró rehacer su vida exitosamente en Estados Unidos. Pero ahora que acaba de llegar una invitación a un casamiento de un pariente de Osvaldo (Brandoni) volverán al país por primera vez desde su partida.

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Aflora entonces la figura de un Brandoni altamente emocionado por el regreso. La contracara es su esposa Mabel, a quien el rencor que le generó aquella abrupta salida de la Argentina, no le permitirá disfrutar de las vacaciones.
A los integrantes de la familia van a buscarlos a Ezeiza. El Negro (Patricio Contreras) y su mujer Yoli (Leonor Manso) son el hermano y la cuñada respectivamente de Mabel. El viaje, con las valijas sobre el portaequipaje, lo realizan en el destartalado Peugeot 403 azul, al que deben empujar una vez que llegan a un lujoso hotel céntrico en el que se alojarán los viajeros. Contreras, Manso y su hija, también adolescente, constituyen el Lado B de la pareja protagónica. Son los que se quedaron en el país y, sin perspectivas de progreso económico, hacen malabares para llegar a fin de mes, procurando sobrevivir merced al taller mecánico que poseen en Lanús.

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Apenas pisan Buenos Aires, los recibe, como no podía ser de otra manera, el Obelisco. Poco después, habrá diversión garantizada en un Ital Park aún vigente, y -memorable escena- Brandoni dándose una panzada de nostalgia en los autitos chocadores. Sus hijas jamás comprenderán el motivo de semejante desborde de felicidad en su papá. Para Osvaldo, la seguidilla de golpes bajos se complementa con una salida en compañía de su viejo amigo Hugo Arana, con quien se bajan una grande de muzza en una pizzería céntrica: “En todo Nueva York no hay una sola persona con la que pueda tomarme un café. Eso es el exilio”, se lamenta. Para colmo, en el auto de Arana, vuelve a escuchar, después de tantos años, a Cacho Fontana en el Rotativo del Aire de Radio Rivadavia.
En la boda, Osvaldo acumula más melancolía y Mabel, más bronca. A ella no le simpatiza su parentela política y no hace esfuerzos en disimularlo.

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Después de las escenas de Osvaldo y el Negro en la estación y las calles de Lanús, surge el conflicto. El televidente tiene la sensación de que un Brandoni desolado por los recuerdos, le planteará a su mujer la posibilidad de no irse de Baires. “Acá se quedaron cosas que no se pueden meter en la valija”, le enrostra. Pero eso no sólo no ocurre, sino que ella redobla la apuesta, arreglando todo silenciosamente para que su hermano (Contreras) y familia, se radiquen junto a ellos en Nueva York y consigan el “futuro” que en la Argentina ya nunca tendrán.

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Lo que nadie calculaba, era la oposición de la Yoli. “Yo me quedo, andate vos”, desafía al marido. Y lo que viene, es lo que algunos  consideran el mejor diálogo de la historia del cine nacional, con una Leonor Manso que pese a ser consciente de todas sus carencias materiales, defiende férreamente su condición de argentina. “Vos acá sos el Negro… y allá ¿qué vas a ser?”,  dispara contra un marido que a su vez, esgrimía: “¡Acá todo es mierda! Hay cuatro o cinco que tienen la guita y todos los demás vivimos de las sobras. Ellos cobran y nosotros la yugamos”. Treinta años después, la discusión parece estar notablemente vigente.

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En definitiva, no habrá acuerdo. Brandoni, mujer e hijas, regresan a Estados Unidos en soledad. Contreras y los suyos, los acercan a Ezeiza en el viejo Peugeot 403. Antes de subir la escalinata, Osvaldo le dice a la Yoli: “Me voy a acordar de vos porque  es como si alguien se hubiera quedado cuidando lo que yo no me pude llevar”.

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Tras la partida, el auto no arranca: hay que empujarlo. Y allí, nuevamente, se arremangará la inclaudicable Leonor Manso. “La Yoli, carajo…”, susurra, admirado, su esposo. El tema de  Eladia Blázquez gana el final: “No nos iremos nunca. El cielo en todas partes no es igual…”

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