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Son seis manzanas, pero en realidad son 24. Si no hubiera semejante cantidad de pasajes, este recodo de Villa Santa Rita se limitaría al sector que delimitan las avenida Nazca, Álvarez Jonte y las calles Cuenca y Juan Agustín García. Dentro de él, sin embargo, un puñado de calles (algunas de dos cuadras de extensión, y otras de una) le dan vida propia a un micro barrio que no tiene nombre oficial y que extraoficialmente es conocido como Barrio Nazca.

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“Creo que antes lo llamaban Obras Sanitarias porque eran todas casitas iguales”, sugiere sin demasaida convicción una señora sentada en el umbral de su vivienda. Ella -y es lógico- debe prestarle más atención a un nene que recién empieza a caminar y despreocupadamente se pasea por allí en pañales, que a nuestras preguntas.
Otra averiguaciones que realizamos entre los vecinos, no arrojaron resultados positivos en cuanto a que esa parte de Santa Rita posee una denominación especial. Hasta que dimos con las fuentes correctas, que refirieron que el Nazca es uno de los tantos barrios porteños “de casas baratas” nacidos entre 1920 y 1930.
Entre Jonte y Juan Agustín García hay ocho pasajes paralelos de una cuadra: El Delta, El Ñandú, El Litoral, La Comuna, El Domador, Los Andes, El Peregrino (estos siete con el artículo adelante) y Gazeta de Buenos Aires, el único que escapa a esa regla en común.
Todos van en dirección Este-Oeste: empiezan en Cuenca y terminan en Helguera (o viceversa)
También entre Jonte y Juan Agustín García, pero en dirección Norte-Sur, hay otros tres pasajes, pero de una única cuadra: La Calandria, Crainqueville y Chimborazo.  Por último, en el medio de ambos grupos, entre Helguera y Argerich, y también en sentido Norte-Sur corren  Lapacho (una cuadra), Ceferino García (dos cuadras) y Domingo Dedico (una cuadra).

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Como en tantos otros barrios con estas características, aquí también da la sensación de que el ruido, el stress y la contaminación son intrusos que no se animan a penetrar. En el interior del Nazca, el movimiento vehicular es mínimo. Hay una buena cantidad de coches estacionados, eso sí, y algunos con la modalidad de estar con dos ruedas en la acera y las otras dos en la calzada, para permitir, seguramente, que el trayecto de los autos por las calles angostas sea más cómodo.

ZONA DE CONTRASTES
La mayoría de las viviendas tiene dos plantas. Hoy por hoy, el aspecto de las fachadas nada tiene que ver entre sí, diferenciándose de lo que fue el nacimiento del barrio, en el cual “eran todas las casitas iguales”, como explicaba aquella vecina.

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Algunas casas son muy vistosas. Están bien cuidadas en sus frentes. Revestidas de colores pastel y el verde de una vegetación abundante, contrastan con otras bastante desprotegidas ante el paso de las décadas. En El Ñandú y Helguera, justo en la esquina, una hermosa casa pintada de anaranjado, posee la apariencia de un pequeño castillo. En un cruce cercano, ya desde cierta distancia se logra apreciar una fachada absolutamente verde. Pero no es el color de la pared, sino una enredadera que, desde el suelo hasta el techo, no dejó metro sin cubrir.

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En el interior del barrio, sobre Crainqueville, funciona una biblioteca: la Rafael Obligado. Su fachada gris también ha sufrido el paso del tiempo. En una ventana del primer piso, aparece un viejo escudo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En la puerta, se ven hojas pegadas con cinta. Informan, por ejemplo, sobre apoyo escolar (martes y jueves de 16 a 19) y que el horario de atención al público es de lunes a viernes de 10 a 17 horas.

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Una de las calles de dos cuadras se denomina Agente Ceferino García. En su nacimiento, una placa negra colocada por la Municipalidad mediante un decreto de 1931, le rinde homenaje a quien “murió velando por la seguridad pública”. Ceferino era un policía abatido por la banda de un anarquista de apellido Di Giovanni. La arteria paralela, Domingo Dedico es otro homenaje a un agente que también murió en un enfrentamiento con aquella banda que asoló en la Década Infame.

EL AVANCE DE LAS TORRES
Hace unos años, el fervor por la construcción en Capital Federal alcanzó a Villa Santa Rita y la gente del Nazca -entendemos que sin el éxito anhelado- elevó reclamos para que prohibieran la edificación de altura en los aledaños a “su” barrio. Por culpa de las viviendas proyectadas, veían amenazada la tranquilidad, la iluminación solar y, en síntesis, una mejor calidad de vida.

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Si bien es anterior a la explosión de la actividad constructora, un claro exponente de ese contraste es una torre de más de veinte pisos que, desde su prepotencia, pareciera vigilar lo que ocurre allí abajo, en el “pequeño” Nazca. Está ubicada frente al micro barrio, en Juan Agustín García y Ceferino García, otra curiosidad porteña de las que hay pocas: que una esquina esté compuesta por dos calles de la misma denominación.

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