ABURRIMIENTO EN EL AULA

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La columna de la Licenciada Linares (*)

Ocho de la mañana. Un nuevo día de trabajo. Me dirijo a la primera escuela. Serán, como de costumbre, dos empleos –el matutino y el vespertino-  en una misma jornada laboral. Tomo el colectivo que me llevará a Barrio Norte. Tengo una gran suerte: viajar sentada. Durante el viaje de 40 minutos, entre sorbo y sorbo de un café preparado en casa, celular en mano, me dedico a la lectura de algunas noticias en los portales de los diarios. Una nota muy interesante realizada al pedagogo Francisco Tonucci no dejará de resonar en mi mente…

Llego a destino. Entro al aula. Me encuentro una vez más con la clase habitual de segundo año de secundaria, en la que me desempeño como APND (asistente personal no docente) de Matías, un adolescente de 14 años. Allí  se encuentra también Fernanda, la profesora de lengua, a punto de comenzar una intensa lucha contra el aburrimiento, el desinterés y la apatía de los chicos. Es el mismo aburrimiento  del que hablaba el autor de la nota que acababa de leer. Un aburrimiento –decía el pedagogo- que es moneda corriente tanto en la Argentina como en otras aulas del mundo.

Los integrantes de la clase desayunan. Se presenta el tema del día. Se dan las explicaciones pertinentes… Y viene la pregunta obligada por parte de la profesora: “¿Entendieron?” En el aula retumba el famoso “nooo”, el  “¿y para qué sirve? Y el definitivo “no entiendo nada”. Frases que convierten en un maltratado trapo de piso el empeño puesto por la docente: la preparación previa de la clase, la selección de actividades, la bajada a la realidad de los conceptos expuestos y todo el condimento creativo que había intentado sumar.

Entretanto, de forma individual, trato de volver a explicarle el tema al alumno al que acompaño, de hacerle más cercanos los conceptos a través de ejemplos (a veces gráficos) y nuevas preguntas que logren movilizar sus ideas.  Apuntalándolo, motivándolo, Matías hace esfuerzos para enfocar la atención, logra apropiarse del conocimiento y completa las actividades propuestas.  Me mentalizo en que él también puede entender los temas y aplicarlos a las distintas situaciones que se plantean, dejando de lado interpretaciones negativas como “es muy complejo para mi cabeza”, “no me sale”, “nunca lo voy a entender”.

Algo parecido ocurre con la mayoría del curso: luego de reiteradas explicaciones, llamados de atención, pedidos repetidos hasta el cansancio de apagar los celulares, solicitudes de cambio de lugar para que no charlen entre ellos, el tema está entendido para muchos chicos. Para los que no lo consiguieron, habrá que retomar la próxima clase.

Tanto la profesora como yo tratamos de tener en cuenta los interesen de los alumnos, tarea a menudo difícil, ya que ellos suelen ser muy heterogéneos en su personalidad. Procuramos estar atentas a los emergentes que surgen en las respuestas; en sus anécdotas; en la confusión que expresan; en las historias de vida que nos permiten conocer y en la desinformación que manifiestan en algunas oportunidades.

Desde allí también se pueden trabajar los contenidos de una manera amena, cercana.  Como adultos no podemos dejar de actualizarnos sobre su mundo, sus hobbies, sus intereses, sus potencialidades, su problemática familiar, su realidad social.  Debemos pararnos frente a ellos como sus referentes pero no simplemente para transmitirles conocimiento, también, para acompañarlos durante esta etapa de continuos cambios, de dudas, de definición de la personalidad y de transición hacia la adultez. Debemos tratar de interesarlos, de enfrentarlos con una mirada empática para tratar de sacar lo mejor de ellos, para tratar de que no caigan en el aburrimiento que ya se ha naturalizado en las escuelas… Debemos quererlos.

*Romina Linares es Licenciada en Psicopedagogía y acompañante terapéutica de niños y adolescentes con necesidades educativas especiales.

Aclaración: Los casos pertenecen a las experiencias vividas por la Licenciada a lo largo de doce años de trabajo en establecimientos educativos estatales y privados. Las historias son reales aunque los nombres de sus protagonistas han sido cambiados deliberadamente para mantener la reserva sobre los mismos.

Para contactarse con la Lic.

Correo electrónico: romina_linares@hotmail..com

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